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miércoles, 16 de septiembre de 2009
Hipertensión y deporte
Hypertension and sport
Cuando hablamos de hipertensión arterial nos referimos al hecho de que la sangre viaja por las arterias a una presión mayor que la deseable para la salud.
Esta enfermedad se manifiesta ocasionalmente con mareos, dolores de cabeza o hemorragias en la nariz. Aunque la mayoría de los afectados no muestran síntomas visibles, que no quiere decir que no sea peligrosa, puesto que muchas muertes al año se producen por esta enfermedad o por sus complicaciones sobre el sistema cardiovascular y el riñón.
La tensión arterial se caracteriza principalmente por la cantidad de sangre que circula y el calibre de las arterias por las que esta circula. Cuanto mas volumen de sangre contenga y menor sea el diámetro de las arterias, mayor será la tensión arterial. En una tensión arterial normal la presión máxima que ejerce el corazón es de 120mm Hg en su fase de sístole, y en la fase de diástole su presión es de 80mm Hg. En una tensión arterial elevada, hay que seguir este protocolo
Beneficios de la práctica deportiva para el control de la tensión
Esta demostrado que el ejercicio físico es beneficioso para el control de la tensión arterial en el paciente hipertenso. Sin embargo, la práctica deportiva tiene un riesgo mayor en el hipertenso que en el individuo sano, sobre todo con determinados deportes y, principalmente, cuando no se realiza de una forma programada y siguiendo las recomendaciones. Además, el paciente hipertenso debe ser sometido a una exploración cardiológica previa más exhaustiva, que permita excluir la existencia de afectación orgánica secundaria a la hipertensión, para así disminuir los riesgos del ejercicio físico.
La práctica deportiva es una afición cada vez más extendida entre la población, incluyendo a los hipertensos. Es una creencia generalizada que el deporte es beneficioso para la salud y muchos médicos recomiendan el ejercicio físico a sus pacientes hipertensos. Sin embargo, es necesario conocer cómo responde la tensión arterial ante el esfuerzo físico y la influencia que tiene el ejercicio sobre la hipertensión arterial, para evitar las posibles respuestas negativas.
El deporte no siempre es beneficioso para la salud. La realización de ejercicio físico no programado, sobre todo en individuos con enfermedades como la hipertensión arterial , puede ser peligrosa. Muchas personas inician una actividad deportiva sin un control médico previo. Algunas de ellas a edades en las que la probabilidad de enfermedades cardiovasculares es significativa. Además, dado que hasta un 20% de la población es hipertensa, la probabilidad de que un hipertenso no diagnosticado inicie una actividad física es relativamente alta. No es raro encontrar a un paciente hipertenso que inicia una actividad deportiva sin una valoración médica previa. Alguno de estos pacientes padece una hipertensión arterial severa y/o tiene repercusión orgánica, lo cual hace que el ejercicio físico pueda favorecer la aparición de complicaciones cardiovasculares importantes.
Por otro lado, el corazón del deportista puede mostrar una serie de cambios estructurales caracterizados, principalmente, por un aumento del diámetro telediastólico y del grosor parietal del ventrículo izquierdo, los cuales pueden observarse también en el paciente hipertenso, constituyendo en este último caso una situación patológica conocida como cardiopatía hipertensiva. Cuando se encuentran estos cambios estructurales en el corazón del deportista hipertenso, es necesario realizar un diagnóstico diferencial, el cual puede ser, a veces, difícil. En estos casos se requiere una valoración precisa de la situación clínica y una programación específica de la actividad física.
Una situación especial la constituye la hipertensión arterial en el niño, la cual suele recibir escasa atención, debido a su desconocimiento y a que es mucho menos frecuente que la del adulto. Es bastante habitual que no se mida rutinariamente la tensión arterial durante la exploración física pediátrica. Sin embargo, la hipertensión se encuentra hasta en el 3% de algunas poblaciones infantiles, habiéndose demostrado que puede tener consecuencias importantes si no es tratada convenientemente. Este hecho toma especial relevancia cuando el niño va a iniciar su educación física escolar o cualquier otra actividad deportiva. De aquí la trascendencia que tiene el conocimiento de la hipertensión arterial en el niño y su relación con el ejercicio físico.
Relación entre la hipertensión arterial y el ejercicio físico
En una persona sana, no hipertensa, la realización de cualquier tipo de ejercicio físico produce un incremento fisiológico de la presión arterial sistólica. Cuando el ejercicio es dinámico, la vasodilatación periférica acompañante hace que la presión arterial diastólica no se eleve, o aumente o disminuya discretamente, mientras que la presión arterial media aumenta ligeramente. Sin embargo, en el ejercicio estático, la contracción muscular sostenida da lugar a un incremento proporcionalmente mayor de las presiones sistólica, diastólica y media. Además, si el ejercicio estático es suficientemente intenso, la presión arterial sistólica puede elevarse momentáneamente a valores considerables, superando incluso los 220-230 mm Hg, fenómeno que es raro observar con el ejercicio dinámico.
La respuesta de la tensión arterial ante un esfuerzo en un individuo hipertenso también depende del tipo de ejercicio físico que se realiza y, además, varía según el patrón hemodinámico de las diferentes formas de hipertensión arterial. Comparado con el individuo sano, el ejercicio isotónico en el hipertenso induce un mayor aumento de las presiones sistólica, diastólica y media, con lo que se incrementa menos el gasto cardiaco. La respuesta es similar en el ejercicio isométrico, aunque aquí al aumento de la tensión arterial suele ser de mayor magnitud. Esta respuesta de la tensión arterial del hipertenso ante el ejercicio físico es más manifiesta cuanto mayor es el grado de la hipertensión y hace que la capacidad funcional para el esfuerzo sea menor que la del individuo sano.
Por otro lado, el entrenamiento físico en el sujeto hipertenso produce una serie de cambios en el estado hemodinámico basal, que son similares a los que ocurren en el individuo sano, pero que tienden a ser más manifiestos. En concreto, la tensión arterial basal habitualmente disminuye con el entrenamiento, pero lo hace en mayor grado en el hipertenso, siendo posible, incluso, la normalización de la tensión arterial, lo que ocurre, principalmente, cuando la hipertensión es leve. Asimismo, la tensión arterial basal suele ser menor en el hipertenso entrenado que en el que no practica ningún tipo de ejercicio físico.
Ejercicio físico como tratamiento de la hipertensión arterial
Dado que el ejercicio físico, realizado regularmente, conduce a una reducción de la tensión arterial basal, la práctica deportiva ha sido recomendada como una de las medidas generales del tratamiento de la hipertensión arterial. Además, el entrenamiento físico aumenta la capacidad funcional ante el esfuerzo y produce una serie de modificaciones metabólicas que pueden ser beneficiosas. En concreto, se mejora la utilización de la glucosa y se reducen los niveles de noradrenalina plasmática, lo cual contribuye favorablemente al manejo del paciente hipertenso. Por lo tanto, la realización regular de ejercicio físico no sólo no debe ser desaconsejada en las personas con hipertensión arterial, sino que debe ser considerada como un punto importante dentro de su tratamiento.
Además de por las razones anteriores, la práctica regular de ejercicio físico se suele acompañar de otros factores que pueden contribuir al manejo de la hipertensión arterial. Así, las personas introducidas en el deporte, en general, suelen tener un ambiente de vida más sano, el cual ayuda al tratamiento de la hipertensión y evita la adición de otros factores de riesgo cardiovascular. En concreto, los deportistas evitan, habitualmente, el tabaco y llevan una alimentación más cardiosaludable. Generalmente, tienen un peso corporal adecuado, lo que supone un hecho muy importante, pues la obesidad condiciona muchos casos de hipertensión arterial. Asimismo, la mentalidad del deportista suele ser más abierta y positiva, lo que puede ayudar a reducir el estrés, el cual favorece también la elevación de la tensión arterial.
Se ha cuestionado si el ejercicio físico isométrico es realmente recomendable como tratamiento de la hipertensión arterial. El entrenamiento con este tipo de ejercicio puede dar lugar a un descenso de la tensión arterial basal. Sin embargo, durante el esfuerzo isométrico se produce una elevación significativa de la tensión arterial, a veces severa, que puede ser contraproducente. Por otro lado, el ejercicio isotónico parece reducir proporcionalmente más la tensión arterial basal que el ejercicio isométrico, lo que va en contra de la recomendación de éste. Además, cuando el individuo está entrenado, la reducción que se produce en el incremento agudo de la tensión arterial durante el esfuerzo isotónico es proporcionalmente mayor que en el ejercicio isométrico. Por lo tanto, la mayoría de los autores recomiendan la práctica de un deporte isotónico o aeróbico como tratamiento de la hipertensión arterial y desaconsejan la práctica de ejercicio físico isométrico o anaeróbico.
Riesgos del ejercicio físico en el paciente hipertenso
A la hora de indicar la práctica de ejercicio físico en el paciente hipertenso, hay que recordar que algunos fármacos antihipertensivos pueden interferir con la respuesta del organismo al esfuerzo, lo que puede ser peligroso en ciertos casos. Los betabloqueantes disminuyen la frecuencia cardiaca en reposo y durante el ejercicio, pudiendo así reducir la capacidad de esfuerzo. Aunque es poco frecuente, existe la posibilidad de que el exceso de dosis de un betabloqueante limite mucho el ascenso agudo de la frecuencia cardiaca ante un esfuerzo, lo que puede dar lugar a un agotamiento rápido e intenso. Por otro lado, los diuréticos incrementan la pérdida hidroelectrolítica, favoreciendo así la aparición precoz de deshidratación durante el esfuerzo y sus correspondientes consecuencias negativas, que en casos extremos pueden desencadenar un shock hipovolémico.
Existen algunas actividades contraindicadas en el caso de corredores hipertensos: las actividades muy intensas, los cambios de postura bruscos, o la inversión del cuerpo, son conductas a evitar en los pacientes con hipertensión. Tampoco es recomendable realizar ejercicios isométricos en los que el esfuerzo es mantenido durante un largo período de tiempo, ya que tienden a elevar la tensión.
Una de las mayores dudas en cuanto a la recomendación sobre la realización de ejercicio físico en el individuo con hipertensión arterial, es la de si debe permitírsele practicar un deporte de competición. A este respecto existen opiniones opuestas. Algunos autores consideran que el deporte competitivo supone una situación de estrés sobreañadido, que puede dar lugar a reacciones hipertensivas en individuos predispuestos, por lo que lo desaconsejan. Otros, sin embargo, no lo consideran peligroso e, incluso, hay quien cree que es beneficioso en una persona que desea enormemente realizar competiciones, sobre todo si son niños, ya que puede servirles como educación para vivir en una sociedad competitiva. Sin embargo, la opinión generalizada es la de que el consejo debe ser diferente según la situación del hipertenso. Así, si se trata de una persona con hipertensión ligera-moderada, bien controlada, asintomática y sin repercusión orgánica, puede permitírsele el deporte de competición, excepto que muestre alguna reacción negativa al practicarlo. Por el contrario, si la hipertensión es severa, de difícil control, con síntomas o con afectación orgánica (sobre todo cardiaca), lo más recomendable es evitar el deporte competitivo, aunque sí es aconsejable la práctica habitual de ejercicio físico isotónico.
Un caso particular de hipertensión arterial lo constituye la denominada "respuesta hipertensiva al ejercicio". Esta se considera cuando el individuo presenta una tensión arterial normal en reposo, pero muestra valores excesivamente elevados durante el ejercicio físico. En una prueba de esfuerzo, se suele considerar que la respuesta es hipertensiva cuando la tensión arterial supera los 220/110 mm Hg durante el ejercicio. El significado de este fenómeno no se conoce con exactitud, pero se ha observado que los individuos con reacción hipertensiva al esfuerzo tienen mayor tendencia a desarrollar hipertensión arterial en reposo posteriormente.
En algunos estudios se ha observado una relación significativa entre la hipertensión arterial y la muerte súbita durante el ejercicio físico, pero esto no ha sido totalmente demostrado. Dado que la incidencia de muerte súbita en los deportistas es baja y la prevalencia de hipertensión arterial en ellos es menor que en la población general, el estudio de esta relación es difícil. Hay series, incluso, en las que ni se menciona la hipertensión arterial como causa de muerte súbita del deportista. Sin embargo, esta posibilidad debe ser siempre tenida en cuenta, puesto que la hipertensión arterial y la muerte súbita no relacionada con es esfuerzo sí ha sido más fehacientemente demostrada, principalmente en los pacientes con cardiopatía hipertensiva.
Valoración del deportista hipertenso
Todas las personas que vayan a realizar una actividad física deben ser valoradas previamente desde el punto de vista médico, sobre todo, cardiovascular. En esta valoración debe incluirse un estudio de los antecedentes familiares y personales, y una exploración física completa, en la que no debe faltar el registro de la tensión arterial, incluso en los niños. Con esta valoración pueden descubrirse la mayoría de los individuos de riesgo, entre los que están los hipertensos. Estos individuos deben ser remitidos a un cardiólogo para una evaluación posterior más específica.
Dado que el riesgo mayor en el hipertenso ante el ejercicio físico se observa en presencia de cardiopatía hipertensiva, deben practicarse las correspondientes exploraciones para descartar la presencia de ésta. Podría ser suficiente con la realización de un electrocardiograma y radiografía de tórax, aunque con esto pueden pasar desapercibidos algunos casos, sobre todo las hipertrofias ventriculares ligeras sin expresión electrocardiográfica ni radiológica. Dependiendo de la situación clínica del paciente y de la facilidad de disposición de las exploraciones, el cardiólogo debe decidir qué pruebas debe solicitar. Algunos autores recomiendan la realización de un ecocardiograma a todos los hipertensos, pero esto puede ser muy costoso en algunos centros. Lo lógico es practicar el ecocardiograma a aquellos hipertensos de mayor riesgo, como son los individuos de mayor edad, los que presentan síntomas, los que muestran una hipertensión arterial moderada-severa y aquellos en los que existen datos de afectación orgánica en la exploración física, en el electrocardiograma o en la radiografía de tórax.
Al igual que con el ecocardiograma, la realización de una prueba de esfuerzo a todos los hipertensos puede ser muy costosa para algunos centros. Sin embargo, es la única forma de conocer con más precisión la respuesta al ejercicio de un paciente hipertenso. Lo que se recomienda es valorar la necesidad en cada caso. La prueba de esfuerzo estaría indicada en pacientes con antecedentes familiares o personales de cardiopatía isquémica, los que refieren angina u otro síntoma relacionado con el esfuerzo, y los que muestran signos de isquemia miocárdica en el electrocardiograma.
Imagen de Sportlife: Así nos afecta la Hipertensión